Capablanca: talento en tierra fértil

Nelson

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El cubano José Raúl Capablanca fue un genio del Ajedrez y como tal, poseedor de una capacidad intelectual extraordinaria que le facultó crear  maravillosas situaciones en el tablero de las 64 casillas que le permitieron llegar a Campeón del Mundo en 1921. Sin embargo, es indudable que su personalidad ajedrecística estuvo enriquecida desde niño por un ambiente muy favorable para poder cosechar su formidable talento para jugar Ajedrez.
El Castillo del Príncipe, fortaleza española donde
 nació Capablanca en noviembre de 1888
Las condiciones en La Habana para el desarrollo del talento ajedrecístico de Capablanca eran excelentes antes de su nacimiento en 1888, no solamente porque su padre y tío eran fervientes aficionados del Ajedrez, -que a los 4 años de edad del niño jugaban delante de el-, sino, y esto fue fundamental en su formación, es que el ambiente ajedrecístico en La Habana desde, al menos 1860, era esplendoroso, sobre todo,  después de las visitas de Paul Morphy en 1862 y 1864, los matches por el Campeonato Mundial entre W. Steinitz y M. Chigorin en 1889 y 1892, el  match ese año entre I.Gunsberg – M.Chigorin  y la Simultánea a la ciega ofrecida por Harry N. Pillsbury frente a 16 jugadores en 1899, que el propio Capablanca pudo observar y según sus propias palabras «eso fue lo que encendió mi interés por el Ajedrez».

José Raúl jugando con su padre
 
Además de los acontecimientos señalados anteriormente, ya en agosto de 1876, José Martí, el Apóstol de la Independencia de Cuba saluda desde las
páginas de la Revista Universal la aparición de la primera publicación ajedrecística de México, La Estrategia, dirigida por su amigo y coterráneo Andrés Clemente Vázquez.
José Martí, Apóstol de la Independencia de
 Cuba, era aficionado al Ajedrez
Pocos años después, en 1885, Carlos Manuel de Céspedes, El Padre de la Patria, había traducido del francés Las Leyes del Juego de Ajedrez que publicó en el periódico El Redactor, de Santiago de Cuba.
Monumento a Carlos Manuel de Céspedes, 
El Padre de la Patria, y gran amante del Ajedrez
Asimismo en 1885, se fundó el Club de Ajedrez de La Habana, primero de América y famoso durante décadas. Este Club desempeñó un activo protagonismo en el quehacer trebejístico de Cuba y pudo aglutinar en torno suyo a la incipiente afición cubana, amén de alcanzar una esplendorosa vida, ya que por sus salones transitaron celebridades del mundo del Noble Juego que unieron los siglos XIX y XX, entre ellos, W. Steinitz (1888, 1889 y 1892); M. Chigorin (1889, 1890 y 1892); I. Gunsberg (1890); J.H. Blackburne (1891), Enm. Lasker (1893, 1906 y 1921); H.N. Pillsbury (1900) y F. J. Marshall (1913) entre otros reconocidos Maestros y en diferentes épocas.
William Steinitz, jugó dos veces el
 Campeonato del Mundo en La Habana
Bajo la regencia del Club se había celebrado el 2do. y 4to. matches por el Campeonato Mundial de Ajedrez. Ello, unido a la brillantez y magnificencia de sus eventos, dado por la frecuencia y calidad de los mismos, motivó a Steinitz a bautizarlo con el nombre de el Dorado del Ajedrez. En 1897, por primera vez en la Isla, se efectuó en el Club un torneo donde se discutía el título de Campeón de Cuba.
W. Steinitz vs M. Chigorin ante la mirada
 de Enmanuel Lasker y Nelson Pillsbury,
 distinguidos visitantes de La Habana
 
En 1898, el periódico Ocaso, de La Habana, publicó una partida de Ajedrez jugada por el Apóstol, con el niño Andrés Ludovico Viesca en México y comentada por el periodista Clemente Vázquez en un artículo tomado de la revista de Ajedrez antes mencionada.
Isidoro Gunsberg 1854 – 1930 destacado Maestro Astro/húngaro que jugó con Chigorin en La Habana en 1890
Podemos afirmar que en 1888, a la par del nacimiento del mejor jugador cubano de todos los tiempos, el tablero ajedrecístico habanero era fértil y ya estaba listo para cultivar la simiente capablanquina, que ágil y diligente, se elevó en pocos años hacia la cúspide ajedrecística. Como podemos constatar, el ingenio existía en el joven José Raúl pero las circunstancias para su superación fueron muy propicias: desde el adecuado entorno familiar, hasta los diferentes eventos realizados entre 1860 y comienzos del siglo XX, que fomentaron una excelente tradición ajedrecística, necesaria y fructífera para el desarrollo inicial de Capablanca.
Catedral de La Habana en 1895

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